Trataron
de que pasara sin pena ni gloria, valiéndose de la indecente
cantidad de dinero que gastan año tras año en publicidad y
propaganda, el Pleno extraordinario solicitado por toda la oposición
el pasado 19 de diciembre para debatir un asunto tan importante como
el futuro de la calidad del agua en La Laguna.
No
sólo lo fijaron a las 3 de la tarde (una hora inédita),
coincidiendo con otro denso Pleno ordinario que comenzaba a las 5;
sino que el concejal responsable de Aguas, Javier Abreu, ya había
dado una rueda de prensa esa misma mañana para vaciar de contenido
la reunión del máximo órgano del Ayuntamiento, dejando claro que
más allá de cualquier debate, el agua en La Laguna volvía a subir
de precio y los 15 millones de euros que cuesta una desalinizadora
tendrán que pagarlos los vecinos y vecinas de su bolsillo.
Este
Gobierno de CC y PSOE se pasa la vida haciendo grandes y lindos
discursos sobre la importancia de la participación ciudadana y sobre
la necesidad de contar con un agua de calidad, pero a la hora de la
verdad convocan el Pleno para hablar del asunto a las 3 de la tarde,
un horario que dificulta la asistencia del público, y después de
dar por hecho públicamente, sin discutirlo con nadie, que esos 15
millones de euros acabarán saliendo de las facturas bimestrales que
se abonan a Teidagua.
Esta
es una convocatoria que retrata por sí sola a quienes la han hecho:
el alcalde, Fernando Clavijo; y su lugarteniente, Javier Abreu; y que
dice más que los mil siguientes discursos que tendremos que
escucharles sobre participación ciudadana y sobre el agua en los
años que nos quedan por vivir.
Pero
vayamos al meollo de la cuestión.
Un
viejo asunto: el problema de la calidad del agua en La Laguna y la
evidente necesidad de mejorarla, porque no puede ser que miles de
usuarios sigan recibiendo en sus casas un agua ya no mala, sino
incluso no potable. Un asunto viejo, del que se viene hablando muchos
años y a pesar de los reiterados compromisos electorales pasa el
tiempo sin que se llegue a solucionar.
Y
no contestaron ni una sola pregunta: ¿Cuánto van a tener que pagar
los vecinos cada bimestre por la construcción de la desalinizadora?
¿De quién va a ser la titularidad de la planta? ¿Cuánto van a
tener que abonar por el proceso de desalinización? ¿Por qué en
lugar de desalinizar un agua que compran, que cuesta dinero y hay que
tratar para que sirva, no recuperan el proyecto de la desaladora de
Valle de Guerra que permite desalar un agua que es gratuita y de
mejor calidad que la de las galerías?
La
estrategia de Abreu fue valerse de su condición accidental de
presidente accidentado del Pleno del Ayuntamiento de La Laguna para
no contestar ni una sola pregunta y tratar de cerrar las
intervenciones desde la Presidencia, dando las versiones sui generis
de la realidad a las que acostumbra (de color rosa, ahora que está
en el Gobierno, catastrofistas cuando estaba en la oposición) sin
posibilidad de debate.
No
se da cuenta Javier Abreu de que la realidad lo está esperando a la
vuelta de la esquina para contradecirlo y dejarlo con el culito al
aire una vez tras otra. Y como ha tenido que sufrir que unos medios
de comunicación necesitados de publicidad y propaganda no se
hicieran el eco que él consideraba oportuno de sus versiones cuando
estaba en la oposición, piensa que desde el Gobierno podrá acallar
con carretillas de dinero público gastado en propaganda las voces
irreverentes de quienes tenemos ahora la responsabilidad de
fiscalizarlo a él.
No
es consciente de que si un día improvisa, y se lo cuenta a un
periodista y se publica, que la construcción de la desalinizadora
sólo supondrá 0,75 euros/bimestre en la factura de cada usuario; la
realidad está ahí, esperando en la bajadita, para certificar que o
bien es que tendrán que estar pagando 40 años, o que si lo quieren
hacer a 10 años serán 3,72 euros/bimestre más lo que pague cada
quien; 2,74 euros/bimestre en el caso de 15 años.
No
quiere aceptar que la realidad le arruine un spot publicitario, otro
más.
Es
lo mismo que pasó después de emplearse a fondo para anunciar que
las tarifas del agua en La Laguna para 2012 se congelaban. No sólo
incumplió el compromiso electoral del PSOE de bajarlas (como dicen
que el pacto lagunero es entre personas y no entre partidos parece
que los compromisos electorales del PSOE pesan menos que la
estrategia de Abreu); sino que la realidad vino a certificar que los
costes fijos hacían subir la factura del agua el año pasado un
mínimo de 24 euros, y que incluso sin abrir el grifo ni gastar una
sola gota de agua cada vecino tuvo que pagar un mínimo de 20
euros/bimestre, es decir, 4 euros más a pesar de que las tarifas
habían sido congeladas.
Tampoco
le gusta escuchar al responsable de Aguas que la única diferencia
desde su llegada a la dirección del área, en relación con la
desalinizadora, es que ahora serán los vecinos quienes paguen: el
proyecto ya fue presentado en febrero de 2011, un par de meses antes
de las elecciones, por Fernando Clavijo. Eso sí, con el compromiso
de que debido a la buena salud financiera de Teidagua (tiene
beneficios millonarios cada año) sería ésta empresa la que
asumiera los costes de la ejecución de la planta.
La
llegada de Abreu al Consejo de Administración de Teidagua ha sido
una bendición para la empresa, también para su parte privada. El
azote opositor que gastaba dinero en colocar vallas advirtiendo del
riesgo de morir en el caso de beber agua del grifo en La Laguna, se
ha vuelto un corderito que ora les regala unos derechos que pueden
llegar a ser millonarios en el caso de que haya agua en el Pozo de
Las Mercedes, ora los libera de pagar los 15 millones de euros que
cuesta la desalinizadora y se los endosa a la ciudadanía.
Una
ciudadanía a la que debería estar defendiendo. Porque Abreu no está
en el Consejo de Administración de Teidagua porque sea un experto en
el tema, sino porque es concejal responsable del área en el
Ayuntamiento de La Laguna. Y su primera función debería ser
defender los intereses de los laguneros y las laguneras y vigilar a
la empresa. Y no al contrario, por mucho que sea ésta última quien
está pagando su sueldo, su propaganda diaria y hasta su periodista
de cabecera.
Porque
cuando un Gobierno municipal decide ceder la gestión de un servicio
público esencial y obligatorio como el del agua a una empresa con
parte de su capital privado, tiene que imponerse como primera misión
vigilar la gestión de la misma. Y aquí ha pasado justo lo
contrario, la persona que tenía que estar vigilando la gestión se
ha convertido en empleado de la empresa a la que tenía que vigilar.
Es
una nueva forma de colonialismo consistente en guiñar el ojo a los
representantes públicos, es una suerte de neocolonialismo acuático
aberrante que a fuerza de vencer a cuantos responsables políticos ha
tenido la empresa les permite hacer negocio con un bien de primera
necesidad en un mercado cautivo: La Laguna.